TONO
MENOR, 1923
Madre:
te dedico este libro íntimo
EL ALMA SE ME LLENA DE ESTRELLAS
A
Luis Mallol
El alma se me
llena de estrellas cuando pienso
que moriré. Imagino espirales de incienso
decorando la caja mortuoria; luego el canto
triste de las campanas. (Igual que en viernes santo
llorarán las campanas porque yo fui creyente,
porque yo hablé de Cristo melancólicamente.)
Después, ese silencio divino que buscaba
día a día en la vida, pero que no encontraba.
Después, la paz profunda.
Y al poco tiempo, acaso,
se esfumarán mis ojos en el pálido ocaso
del recuerdo... Y entonces el compañero amado
dirá que fui una llama de luz que se ha apagado.
Y la amiga lejana de mis días adversos
abrirá el cofrecillo lírico de los versos
y volcará las hojas pálidas de las rosas
que yo gusté ofrendarle en las tardes hermosas.
Mientras tanto la muerte no llega...
Pienso en ella
y en mi alma florece de emoción una estrella.
que moriré. Imagino espirales de incienso
decorando la caja mortuoria; luego el canto
triste de las campanas. (Igual que en viernes santo
llorarán las campanas porque yo fui creyente,
porque yo hablé de Cristo melancólicamente.)
Después, ese silencio divino que buscaba
día a día en la vida, pero que no encontraba.
Después, la paz profunda.
Y al poco tiempo, acaso,
se esfumarán mis ojos en el pálido ocaso
del recuerdo... Y entonces el compañero amado
dirá que fui una llama de luz que se ha apagado.
Y la amiga lejana de mis días adversos
abrirá el cofrecillo lírico de los versos
y volcará las hojas pálidas de las rosas
que yo gusté ofrendarle en las tardes hermosas.
Mientras tanto la muerte no llega...
Pienso en ella
y en mi alma florece de emoción una estrella.
LA EMOCIÓN DEL SILENCIO
“esta
es la hora en que todos los enfermos se agravan”,
Charles
Baudelaire. Las flores del mal.
En los largos
crepúsculos profundos
poblados de un
recóndito silencio,
recuerdo el
verso aquel que me emociona:
la hora en que
se agravan los enfermos...
Pienso que un
alma análoga a la mía
acaso ha
penetrado al reino eterno
en esa hora
ínfima y doliente
en que se
agravan todos los enfermos...
¿Amigo, tú no
sientes la tristeza
que desciende
en la hora del silencio?
¿No sientes
cómo tu alma también gime
cuando se
agravan todos los enfermos...?
LÁMPARA
Lámpara: en tu
regazo se ampararon
los seres que
no están en torno nuestro,
los seres que
partieron para siempre
callados y
serenos…
Al lado tuyo
hilaron cosas suaves
y escucharon
las voces del silencio,
las voces
inefables que descienden
en las noches
de invierno.
Este fulgor
que ahora nos envuelve
–fulgor
inmaculado como un sueño–
también rozó
las frentes pensativas
de los seres
queridos que partieron.
DE VIAJE
Un niño, frente a mí, va mirando el paisaje;
sus ojillos descubren las flores campesinas
y como el tren se lanza por valles y colinas
este niño se llena de emoción en el viaje.
Silabea palabras que apenas oigo, asombra
esa mirada suya penetrante y tranquila,
se dijera que ansía que su clara pupila
aprisione los bellos pormenores que nombra…
Los demás, abstraídos, el paisaje olvidamos.
El pensamiento nuestro cesa de hilar, reposa...
Yo me he dicho ante el niño que admira el cielo rosa:
él es el más poeta de los que aquí viajamos.
LAS
TARDES, 1927
MIS PRIMAS, LOS DOMINGOS...
Mis primas, los domingos, vienen a cortar rosas
y a pedirme algún libro de versos en francés.
Caminan sobre el césped del jardín, cortan flores,
y se van de la mano de Musset o Samain.
Aman las frases bellas y las mañanas claras.
Una estatua impasible las puede conmover.
Esperan la llegada de las tardes de otoño
porque, tras los cristales, todo de oro se ve...
Y vienen los domingos a cortar rosas… Saben
que el eco de sus voces para mí grato es.
Entre las hojas quedan sus risas armoniosas;
ellas seguramente se ríen sin saber.
Mis primas, cuando llueve, no vienen. Dulcemente
aparto los capullos que el viento hará caer;
hago un ramo con ellos y pongo bajo el ramo
un volumen de versos de Musset o Samain.
LAS NUBES *
Acaso tengan
alma pero no tienen voz.
Sueñan en el
silencio luminoso del cielo.
Las nubes son
las aves fantásticas de Dios
que ante la
noche tienden un invisible vuelo.
En los largos
crepúsculos se hacen más transparentes:
lienzos de
seda tenue frágiles de quebrar.
En la tierra
descansan en remansos y fuentes
que del cielo
reciben la paz especular.
La sangre de
las nubes es fragancia en las rosas
y bondad en el
árbol que da tanta dulzura.
Las pupilas se
tornan más profundas y hermosas
si contemplan
el cuerpo de la nube más pura.
Viven
desnudas, como la flor y las estrellas.
Su brújula es
la brisa que los espacios hiende.
Suelen llorar
lo mismo que frágiles doncellas.
Se nutren del
perfume que de la tierra asciende.
*
Poema publicado en revista “Biblos”, Azul, año 1, nº 3, junio-julio 1924.
ESTAMPA
Siempre estás como ausente de la tarde. ¿Qué lago
invisible y lejano recogerá tu imagen?
Líquido estremecido por un perfil tan vago
se tornará sensible cuando los astros bajen.
Temo quebrar la magia de tus vírgenes sendas
con la torpe palabra que mi labio pronuncia.
Tendré que ser más leve para que me comprendas,
o tú bajar al mundo como agua que renuncia.
Siempre estás como ausente de la tarde. ¿Qué brisa
se lleva tu silencio cargado de leyendas?
De paisajes soñados se nutre tu sonrisa.
Tendré que ser más leve para que me comprendas.
Siempre estás como ausente de la tarde. ¿Qué lago
invisible y lejano recogerá tu imagen?
Líquido estremecido por un perfil tan vago
se tornará sensible cuando los astros bajen.
Temo quebrar la magia de tus vírgenes sendas
con la torpe palabra que mi labio pronuncia.
Tendré que ser más leve para que me comprendas,
o tú bajar al mundo como agua que renuncia.
Siempre estás como ausente de la tarde. ¿Qué brisa
se lleva tu silencio cargado de leyendas?
De paisajes soñados se nutre tu sonrisa.
Tendré que ser más leve para que me comprendas.
PRIMERA LLUVIA DE OTOÑO
Cae una lluvia
tan fina
que no parece
que llueve...
Más bien es
como el recuerdo
de otra
lluvia, que florece
en la memoria
de todos
callada y
súbitamente.
Más bien es
como el ensueño
del cielo, que
se desteje
sobre los
árboles quietos
del paisaje
transparente.
Más bien es
como una pena
que desde las
nubes vierte
su mojada melodía
para que en el
mundo sueñen.
Cae una lluvia
tan fina
que no parece
que llueve...
Seguramente
hay enfermos
que la
escuchan tristemente
como si cayera
dentro
de sus pobres
pechos débiles,
ensombreciendo
en crepúsculo
el paisaje
transparente,
apurando el
paso grave,
misterioso de
la muerte.
Hay,
seguramente, madres
que al oír
llover padecen
y enfermos que
entre la lluvia
ven como crece
la muerte...
Cae una lluvia
tan fina
que no parece
que llueve...
MOMENTO
Florecen las
campanas musicales congojas
y en la fuente
una nube crepuscular se estanca.
El árbol de la
niebla deja caer sus hojas
ungiendo los
caminos de una tristeza blanca.
ÚLTIMOS
POEMAS
CALLE SOLITARIA
Amo el
silencio humilde de esta calle
ennoblecida de árboles serenos
por donde nunca pasó otra alma
que no sea la del viento...
ennoblecida de árboles serenos
por donde nunca pasó otra alma
que no sea la del viento...
Las nubes se
detienen a mirarla
con sus ojos etéreos,
y saben, por la ausencia de las hojas,
si está en ella el otoño o el invierno.
con sus ojos etéreos,
y saben, por la ausencia de las hojas,
si está en ella el otoño o el invierno.
Amo el
silencio humilde de esta calle
ennoblecida de árboles serenos
por donde caminé tantos domingos
con mi pequeño huerto de recuerdos...
ennoblecida de árboles serenos
por donde caminé tantos domingos
con mi pequeño huerto de recuerdos...
Cuando yo
muera, amigo, habrá quedado
en esta calle lo mejor que tengo:
El rosal escondido de mis penas
y la música vaga de mis sueños...
en esta calle lo mejor que tengo:
El rosal escondido de mis penas
y la música vaga de mis sueños...
CARTA EN TERCETOS A JORGE LUIS BORGES
Me acuerdo,
amigo Borges, de la tarde en que fuimos
a pasear por
el barrio donde vivió Evaristo
Carriego,
aquel muchacho “casi genial y tísico”.
Nuestro andar
se cansaba por esa calle Honduras
que estaba
silenciosa bajo un cielo de lluvia
y tenía los
muros húmedos y ninguna
muchacha
sonriente. También me impresionaron
las gastadas
banderas de la calle Serrano
que flameaban
apenas sobre los techos bajos.
Evoco nuestra
charla de esa “tarde cualquiera”:
Macedonio
Fernández habló con voz de ausencia
y era el
recién venido de su novela inédita.
Digo los
tangos viejos que duermen en tus discos
y escucho a usted que lee “Mis primas los domingos”:
(Sabe bien que no tengo jardín, pero es lo mismo).
y escucho a usted que lee “Mis primas los domingos”:
(Sabe bien que no tengo jardín, pero es lo mismo).
Pienso en su
hermana Norah: me regaló una flor
dorada y
menudita que le envió Juan Ramón
en una carta
clara como un agua con sol.
VERSOS A LA CALLE DE MI NOVIA
Vives en una calle donde siempre es domingo.
Por esa calle única se derrama septiembre
con sus campanas lentas, su aroma de glicinas
y su tristeza casi alegre.
Un ángel invisible limpia la luz del aire:
la luz eternamente fácil que te contiene.
En sus cielos pacíficos una tarde sin nombre
se ha detenido para siempre.
Tal vez por esa calle llegara hasta tu infancia:
seto de lilas, libro de oraciones celestes,
agua de primavera, tu nombre y senda clara
que conduce a una calle donde es domingo siempre.
Vives en una calle donde siempre es domingo.
Por esa calle única se derrama septiembre
con sus campanas lentas, su aroma de glicinas
y su tristeza casi alegre.
Un ángel invisible limpia la luz del aire:
la luz eternamente fácil que te contiene.
En sus cielos pacíficos una tarde sin nombre
se ha detenido para siempre.
Tal vez por esa calle llegara hasta tu infancia:
seto de lilas, libro de oraciones celestes,
agua de primavera, tu nombre y senda clara
que conduce a una calle donde es domingo siempre.
Selección
de textos: Jmp. De “El Universo Poético de Francisco López Merino” (Estudio
preliminar, recopilación de la obra completa, bibliografía y notas: María
Minellono), Ediciones Al Margen, 2000.-
Francisco López Merino nació el 6 de julio de 1904 en la ciudad de La Plata. Su
casa natal está ubicada en calle 48 Nº 880. El 22 de mayo de 1928, en uno de
los baños del Jockey Club, se suicidó con un disparo en la cabeza. El arma
había pertenecido a su padre. “En la mañana buscó la noche”.
Foto:
Panchito López Merino y Jorge Luis Borges en Zoológico de Buenos Aires, 1926.
7 comentarios:
A FRANCISCO LÓPEZ MERINO
de Jorge Luis Borges
En: “Cuaderno San Martín”, 1929.
Si te cubriste, por deliberada mano, de muerte, si tu voluntad fue rehusar todas las mañanas del mundo, es inútil que palabras rechazadas re soliciten, predestinadas a imposibilidad y a derrota.
Sólo nos queda entonces decir el deshonor de las rosa que no supieron demorarte, el oprobio del día que te permitió el balazo y el fin.
¿Qué sabrá oponer nuestra voz a lo confirmado por la disolución, la lágrima, el mármol? Pero hay ternuras que por ninguna muerte son menos: las íntimas, indescifrables noticias que nos cuenta la música, la patria que condesciende a higueras y aljibe, la gravitación del amor, que nos justifica.
Pienso en ellas y pienso también, amigo escondido, que tal vez a imagen de la predilección, obramos la muerte, que la supiste de campanas, niña y graciosa, hermana de tu aplicada letra de colegial, y que hubieras querido distraerte en ella como en un sueño.
Si esto es verdad y si cuando el tiempo nos deja, nos queda un sedimento de eternidad, un gusto del mundo, entonces es ligera tu muerte, como los versos en que siempre estás esperándonos, entonces no profanarán tu tiniebla estas amistades que invocan.
MAYO 20, 1928
Ahora es invulnerable como los dioses.
Nada en la tierra puede herirlo, ni el desamor de una mujer, ni la tisis, ni las ansiedades del verso, ni esa cosa blanca, la luna, que ya no tiene que fijar en palabras.
Camina lentamente bajo los tilos; mira las balaustradas y las puertas, no para recordarlas.
Ya sabe cuántas noches y cuántas mañanas le faltan.
Su voluntad le ha impuesto una disciplina precisa. Hará determinados actos, cruzará previstas esquinas, tocará un árbol o una reja, para que el porvenir sea tan irrevocable como el pasado.
Obra de esa manera para que el hecho que desea y que teme no sea otra cosa que el término final de una serie.
Camina por la calle 49; piensa que nunca atravesará tal o cual zaguán lateral.
Sin que lo sospecharan, se ha despedido ya de muchos amigos.
Piensa lo que nunca sabrá, si el día siguiente será un día de lluvia.
Se cruza con un conocido y le hace una broma. Sabe que este episodio será, durante algún tiempo, una anécdota.
Ahora es invulnerable como los muertos.
En la hora fijada, subirá por unos escalones de mármol. (Esto perdurará en la memoria de otros.)
Bajará al lavatorio; en el piso ajedrezado el agua borrará muy pronto la sangre. El espejo lo aguarda.
Se alisará el pelo, se ajustará el nudo de la corbata (siempre fue un poco dandy, como cuadra a un joven poeta) y tratará de imaginar que el otro, el del cristal, ejecuta los actos y que él, su doble, los repite. La mano no le temblará cuando ocurra el último. Dócilmente, mágicamente, ya habrá apoyado el arma contra la sien.
Así, lo creo, sucedieron las cosas.
Genial
Muchas gracias
Genial!
Muchas gracias!
Tus versos siguen su rumbo, tu andar jamás se detiene; inerte sollozan las nubes, tu ausencia de blanco y de cal.
Pensar en un hombre se parece a salvarlo
Gracias Maby. Gracias Aldana. Mi abrazo
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